martes, noviembre 14, 2006

Condesa Báthory

La condesa Báthory nació en 1650 en Transilvania, en el seno de una de familia rica e influyente. Recibió una cuidada educación, especialmente para una mujer y para esa época: Erzébet dominaba el Húngaro, el Latín y el Alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros de entonces apenas si sabían escribir. A los 16 años fue casada con Ferenc Nadasdy, miembro de una familia también prestigiosa, pero menos adinerada e influyente que la Bathory. Erzébet eligió conservar su nombre aún después de casada. En su lugar, Ferenc sumó Bathory al suyo.
La joven condesa administró su castillo con una disciplina de hierro, y sus castigos eran brutales, por decir poco, cuando no era ella quien torturaba, sentada en su trono, observaba como lo hacían su sirvientas más cercanas.Prosiguió sus abusos y asesinatos durante años, especialmente luego de la muerte de su esposo, y de su amiga Darvulia. Esta última, aparentemente amante de Erzébet, participaba activamente en las torturas, e incluso enseñó a la condesa nuevas técnicas. Pero también cuidaba que las víctimas fueran siempre sirvientas y campesinas, a quienes en esa época un noble podía tratar como quiciese. Tras su muerte, Erzébet perdió toda precaución, y comenzó también a raptar y torturar a jóvenes nobles.
Sus actividades no podían seguir ignoradas, y, sumadas a razones políticas, llevaron a que fuera arrestada y llevada a juicio en 1611. Erzébet y sus sirvientas fueron encontradas culpables; dos de ellas fueron torturadas y quemadas, otra decapitada. La condesa escapó de la pena de muerte gracias a su estatus aristocrático, pero fué emparedada en su propia cámara de tortura, donde murió tres años más tarde.
Es imposible saber cuánto exactamente de verdad hay en las historias que circulan acerca de la "condesa sangrienta". Su historia se convirtió en leyenda aún en su propia época. A pesar de que no hay testigos, se cuenta que la condesa tomaba baños de sangre de muchachas para mantenerse joven, o que mordía y arrancaba la carne a las jóvenes mientras sus sirvientas las sujetaban. Aún si se trata de exageraciones, la ferocidad inusitada de sus atrocidades han despertado la curiosidad de muchos escritores y artistas.

[...] Un conocido filósofo incluye los gritos en la categoría del silencio. Gritos, jadeos, imprecaciones, forman una "sustancia silenciosa". La de este subsuelo es maléfica. Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.


Durante seis años la condesa asesinó impunemente. En el transcurso de esos años no habían cesado de correr los más tristes rumores a su respecto. Pero el nombre Báthory, no sólo ilustre sino activamente protegido por los Habsburgo, atemorizaba a los probables denunciadores.
Hacia 1610 el rey tenía más siniestros informes -acompañados de pruebas- acerca de la condesa. Después de largas vacilaciones decidió tomar severas medidas. Encargó al poderoso palatino Thurzó que indagara los luctuosos hechos de Csejthe y castigase a la culpable.
En compañía de sus hombres armados, Thurzó llegó al castillo sin anunciarse. En el subsuelo, desordenado por la sangrienta ceremonia de la noche anterior, encontró un bello cadáver mutilado y dos niñas en agonía. No es esto todo. Aspiró el olor a cadáver; miró los muros ensangrentados; vio "la Virgen de hierro", la jaula, los instrumentos de tortura, las vasijas con sangre reseca, las celdas -y en una de ellas a un grupo de muchachas que aguardaban su turno para morir y que le dijeron que después de muchos días de ayuno les habían servido una cierta carne asada que había pertenecido a los hermosos cuerpos de sus compañeras muertas...
La condesa, sin negar las acusaciones de Thurzó, declaró que todo aquello era su derecho de mujer noble y de alto rango. A lo que respondió el palatino: ...te condeno a prisión perpetua dentro de tu castillo.
Desde su corazón, Thurzó se diría que había que decapitar a la condesa, pero un castigo tan ejemplar hubiese podido suscitar la reprobación no solo respecto a los Báthory sino a los nobles en general. Mientras tanto, en el aposento de la condesa fue hallado un cuadernillo cubierto por su letra con los nombres y las señas particulares de sus víctimas que allí sumaban 610... En cuanto a los secuaces de Erzsébet, se los procesó, confesaron hechos increíbles, y murieron en la hoguera.
La prisión subía en torno suyo. Se muraron las puertas y las ventanas de su aposento. En una pared fue practicada una ínfima ventanilla por donde poder pasarle los alimentos. Y cuando todo estuvo terminado erigieron cuatro patíbulos en los ángulos del castillo para señalar que allí vivía una condenada a muerte.


Así vivió más de tres años, casi muerta de frío y de hambre. Nunca demostró arrepentimiento. Nunca comprendió por qué la condenaron. El 21 de agosto de 1614, un cronista de la época escribía: Murió al anochecer, abandonada de todos.
Ella no sintió miedo, no tembló nunca. Entonces, ninguna compasión ni emoción ni admiración por ella. Sólo un quedar en suspenso en el exceso del horror, una fascinación por un vestido blanco que se vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarramiento, por la evocación de un silencio constelado de gritos en donde todo es la imagen de una belleza inaceptable.
Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzo, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible.
(Alejandra Pizarnik fragmento de "La condesa sangrienta", 1971)




Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes de europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, mas tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy entre otros, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, Pizarnik murió de una sobredosis intencional de seconal.