sábado, diciembre 09, 2006

El misterio Ricky Maravilla


El recorrido diario va desde la esquina de Venezuela y Chacabuco, pasando por Plaza Constitución, hasta 15 de Noviembre y Avenida Entre Ríos. Son, cuadras más, cuadras menos, alrededor de 30. O unos 15 minutos en tiempo real. El horario en que lo tomo suele oscilar entre las 19 horas y las 19:15, dependiendo siempre de la velocidad de los móviles de la línea 9 y, muchas veces, en la generosidad de los manifestantes de cuanta dichosa marcha o protesta se lleve a cabo en Plaza de Mayo. ¿Por qué? Porque el colectivo proviene de tales coordenadas geográficas y generalmente se ve obligado a desviarse de su plan habitual de manejo. En fin, promediando las 19 y 30 horas de cada tarde arribo a mi hogar.
Las situaciones cotidianas tienen la característica de ser, como siempre pienso, aburridas. Nada fuera de lo común y la rutina me mata. Sin embargo, ayer, desafiando todas mis convicciones cristianas, un hecho suscitó mi sorpresa y curiosidad que, adelantando el final, no fue satisfecha. La cosa viene de misterios y cumbia. Cumbia “de la de antes”.
Cuando subí al colectivo me encontré con la fauna característica del tedioso viaje, que descarga gran cantidad de pasajeros en la Estación Constitución. Ahí estábamos todos los especimenes apretujados, respirando los aires mal habidos de aquellas horas y cansados hasta el hartazgo de todo. El panorama no podía ser peor, me dije. Cada nuevo día se hace más horrible. Los cuerpos rozándose, esperando que algún reflejo involuntario (o voluntario) se aproxime demasiado a otro y se despierte la bestia “á la defensive” que todos llevamos dentro. Porque si de algo sabemos es de meter codazos o de insultar cuando sentimos una presencia no invitada que se acerca demasiado por detrás. Sabemos de qué hablamos. En fin, en medio de esta parafernalia de fileteado, un pasajero desciende (sin hacer caso al cartelito que reza “al bajar, mire para atrás”) y me cede gentilmente su asiento, el cual acepto gustosa. Adivino que los demás viajantes de esta rutina dantesca me odian al instante en que mi trasero toma posición. Por las dudas, proyecto una mirada segura y amenazante, como para enviar un mensaje: yo estaba primero. Luego de regodearme en las insignificancias de esta pugilística diaria, me parece escuchar un ritmo peculiar que me hablaba del ayer. Agudicé mi audición, Dios siempre lo permita, y ahí nomás lo reconocí: era pura poesía mundanal, historia de un bon vivant que es finalmente –e injustamente, a mi gusto- menospreciado por sus atributos físicos y su abultada billetera. Era la canción “Qué tendrá el petiso”. Me obsesiona recordar los pormenores de la letra. Imagino a su cantante y la innumerable cantidad de oportunidades en que escuché el tema. Algo pegadizo, si se quiere, e incitador de un frenesí que viene acompañado de un gesto extraño, agitado, con las manitos danzarinas. Pienso en ese pobre “petiso” a quien la vida, aparentemente, le sonríe; lo tiene todo: vino, mujeres y riqueza. Pero la genialidad de la prosa radica en encubrir la verdadera cara de la milanesa: la discriminación. Y sí, para ese entonces, ya estaba pensando en visitar la sede del INADI y hacer una denuncia. Por ejemplo: “que tendrá ese petiso, para ser tan diferente, es pelado medio chueco y además le faltan dientes…y es que el petiso tiene mucha plata”. Claramente, se desestiman las cualidades físicas del señor Petiso y se lo reduce a un simple acaudalado, desconocedor de los secretos del amor femenino, pero lo suficientemente rico como para comprarlo. Me parece injusto. Que sea petiso no significa que no sea poseedor de un cierto charme, magia y atractivo. ¿O acaso no era que lo esencial es invisible a los ojos?
La musiquita seguía sonando y ya habíamos alcanzado Constitución. Me parecía que solo yo la oía; nadie se inmutaba. Mi acompañante no emitía sonido. No veía radios ni reproductores de MP3 cerca. Pensé que provendría de algún teléfono celular, con uno de esos ringtones modernos. Imaginé el mal gusto de tal consumidor. Pero se repetía una y otra vez. Allí estaban las estampas de boliches, los pelos grasosos llenos de alcohol, los abrazos de amistad etílica que no sobreviven los desaires de un nuevo amanecer. Sobrevivimos Plaza y me imaginé que la pesadilla había concluido. Pero en las películas de terror, siempre queda resto para seguir atormentando. Y el círculo se cerraba perfectamente: qué tendrá el petiso, cuando las provoca, qué tendrá el petiso que las vuelve locas…
Hipótesis de la procedencia de tamaña melodía sobraron. Me inclino por la teoría de alguna forma de vida extraterrestre que envió un representante a la Tierra para inmiscuirse en nuestros asuntos y le dio esta canción como medio para entablar relaciones. De esa manera, evito pensar en un término tan feo como discriminación. Ellos seguro que no entienden de eso. Y les aviso algo: sigan intentando, pero esta vez con otro pasajero.

jueves, noviembre 30, 2006

ET.: go home!!

"100.000 km tras los Ovnis" es el título de un libro que tengo en mi biblioteca pero que nunca leí. Tampoco recuerdo quién lo escribió, pero hace unos meses me encontré de repente con el nombre del autor en algún lado (mi memoria anti-Funes no me deja acceder a esa información).
La historia es que, cuando era pequeña, me obsesionaban algunos de estos temas, a saber:
- los ovnis (me encantó el video sobre el caso Roswell que vino con una entrega de Muy Interesante o Conozca Más, ambas publicaciones que asiduamente consumíamos en mi casa)
- las pirámides (y su posible vinculación con los anteriores - y el video que también vino con las revistas),
- los dinosaurios,
- las 7 maravillas del mundo,
- los libros de aventuras (Salgari, Conan Doyle, Verne, Stevenson, entre mis preferidos),
- y los grandes viajes (y viajeros).
Entonces tenía ocho años y el deseo de convertirme en arqueóloga era mi razón de ser. Con los años me encontré sentadita, revisando las carreras que podría estudiar y Arqueología pasaba de largo, tanto como cualquier otra profesión que relegaba. Una vez, una de mis tres abuelas me dijo: "los arqueólogos se mueren de hambre" y que "no era un mundo de aventuras a lo Indiana Jones" como yo creía (descuento que a esta altura dedujeron que las películas de Indy se cuentan entre mis preferidas, sobretodo la tercera!). Bien, pues ese día cambió - y signó - mi destino. Esas palabras resonaron en mí y la vocación cedió ante la presión de un mundo que yo consideré más "real". Una pavada.
A continuación, como en un intento de volver a aquellos temas que tanto me apasionaron alguna vez, y en clara reivindicación de esos fenómenos, reproduzco una nota que salió en Clarín y me pareció graciosa. Y me queda pendiente el paseo por el Cerro Uritorco.




Develando el misterio (Clarín dixit)







La dimensión aún desconocida

El pasado fin de semana se celebró el Congreso Mundial OVNI de Buenos Aires, el primero en Argentina. Conclusiones y novedades de un encuentro del tercer tipo.

- ANFITRION DE LUJO. Fabio Zerpa, una eminencia en el tema, estudia el fenómeno desde hace 47 años.
- MONSEÑOR CORRADO BALDUCCI. Ex asistente personal del Papa Juan Pablo II, esbozó una interesante teoría desde Italia.

fasoza@claringlobal.com.ar
La cita - La ufología crece y no sólo en el aspecto cuantitativo de adeptos, sino también en logros, recopilaciones y nuevas teorías que buscan develar la realidad detrás del mito. Esto se pudo confirmar en el primer Congreso Mundial OVNI en tierras porteñas, cuando especialistas y aficionados se dieron cita en el teatro Coliseo. El mismo fue organizado por Xendras –eventos relacionados con la apertura de conciencia- y contó con gran aceptación del público y figuras del ambiente: dos cosmonautas rusos, un astronauta norteamericano, un asesor de la NASA, un prelado del Vaticano, varios contactados e investigadores, entre ellos el historiador, psicólogo, sociólogo y parapsicólogo Fabio Zerpa, una eminencia.
Avistamiento de primicias: "Lo que más me interesa es el éxito cultural del encuentro. Y me impresionaron muchísimo las novedades que se presentaron. Por ejemplo el film de la cosmonauta rusa, Marina Popovich, que descubre públicamente a los ovnis submarinos y se ve cómo le tiran bombas de profundidad a esas luces extrañas localizadas muy cerca del polo Norte, una de las entradas al mundo subterráneo de las ciudades intraterrenas. También, lo de su compatriota Alexander Balandin, que por primera vez mostró los 40 días adentro de una estación orbital. Creo que todo fue muy bueno y que cada uno de los doce disertantes hablamos de algo nuevo", dijo a modo de balance Fabio Zerpa para Clarín.com. Entre las opciones más llamativas, un representante de la NASA habló sobre las profecías Mayas y de cómo se están haciendo realidad hoy en día. Silvia Simondini, investigadora y creadora de la organización científica Visión Ovni, mostró el fenómeno de luces en la laguna del pescado de Victoria (Entre Ríos)–presentó un video filmado por ella- y las características de la rara mutilación de ganado, que alimenta la teoría de utilización de energía microonda a niveles desconocidos. "No sabemos de qué se trata, pero se suele pensar que estamos observados por una sola civilización y yo creo que tenemos más de una visitando nuestro planeta", comentó la científica. Además, destacó la falta de apoyo por parte del gobierno: "Me duele que las Fuerzas Armadas de Chile y Uruguay nos ofrezcan sus laboratorios y acá nada. Quiero que se den cuenta de que hay gente seria trabajando y que esto no es ciencia ficción: yo muestro evidencia a partir del trabajo de campo que realizo".
Relaciones ovnipotentes - Un capítulo aparte merece la llamativa teoría de que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy, expuesta por un representante de la Iglesia católica. El Monseñor Corrado Balducci, un demonólogo, exorcista, escritor y ex-asistente del Papa Juan Pablo II sobre temas paranormales, alegó que no hay ningún conflicto entre creer en los extraterrestres y la religión cristiana. "Una incredulidad generalizada terminaría con el testimonio humano. Teológicamente, la habitabilidad de otros planetas además de ser posible, verosímil y probable, es deseable: no sólo por la habilidad creadora de Dios, sino porque estos seres están para ayudarnos, ante la creciente falta de religiosidad del mundo", afirmó el religioso. Y continuó: "El hombre es la última escala en los seres y quién sabe en cuántos otros mundos habrá quienes no pecaron nunca. No se puede dudar sobre la existencia de otros mundos habitados y que estos seres son personas como nosotros: de cuerpo y alma".
ET: tenés teléfono - El fenómeno sigue manteniendo todo ese halo de misterio característico y que lo hace funcionar aún al encontrarnos sin certezas y a pesar de todos los progresos hechos hasta la fecha. Intraterrestres o extraterrestres, si estos seres existen... ¿cuándo será posible el contacto? "A fines de los '70, el doctor James Mc Donald me dijo: 'tenemos que prepararnos para el contacto con otras civilizaciones, será en el siglo XXI'. Yo en ese entonces dudaba de sus palabras, pero ahora tengo la total certeza, porque estamos preparándonos... No es que los extraterrestres van a contactarnos a través del sistema de invasión que tenemos tan arraigado culturalmente, sino que cuando avancemos cultural y espiritualmente, se va a producir ese contacto", asegura Zerpa. Por su lado, Simondini descree sobre la posibilidad del contacto y le afirma a Clarín.com que le "da la impresión de que contactarnos con ellos es lo mismo que nosotros queriendo hablar con las hormigas. Son indiferentes hacia el ser humano. Yo estuve cerca del fenómeno en los campos, he visto seres que están fotografiados y filmados, pero no tienen ningún interés en relacionarse. A la parte mística que dice tener contactos la acepto y respeto mucho, pero a mí no me ocurrió. Trato de evidenciar científicamente lo que me puede brindar la investigación".
Creer o no creer... esa es la cuestión - Desde la inherencia de la sigla (OVNI = Objeto Volador No Identificado) hasta la palabra de los especialistas y de los contactados, el fenómeno tiene vida para rato y no hay dudas de su existencia: lo que varía son las interpretaciones posibles. Están los que creen que el contacto está cerca, los que prefieren ser cautelosos y los que directamente descreen de todo. Lo cierto es que el Congreso en Buenos Aires también mostró la preocupación por la manera en que el hombre se relaciona con la naturaleza. Con respecto a esto, Zerpa concluye de una manera bastante enigmática: "Hay un llamado al pensamiento, al corazón y a la cultura del ser humano, que tiene que cambiar inexorablemente. En estos 47 años de investigación, el cambio cultural es muy grande, pero hay que profundizarlo y creo que va a ser posible por el extraordinario cambio planetario que vendrá después del 2012 y el 2025. No sólo será geográfico y climatérico, sino también espiritual.
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NdR: Gracias Clarín por tanta magia...

jueves, noviembre 16, 2006

Báthory fílmico

Continuando con la research on Báthory y haciéndome de las herramientas a mi disposición, cuelgo un videíto del Youtube que homenajea a la Condesa y sus alrededores.

martes, noviembre 14, 2006

Condesa Báthory

La condesa Báthory nació en 1650 en Transilvania, en el seno de una de familia rica e influyente. Recibió una cuidada educación, especialmente para una mujer y para esa época: Erzébet dominaba el Húngaro, el Latín y el Alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros de entonces apenas si sabían escribir. A los 16 años fue casada con Ferenc Nadasdy, miembro de una familia también prestigiosa, pero menos adinerada e influyente que la Bathory. Erzébet eligió conservar su nombre aún después de casada. En su lugar, Ferenc sumó Bathory al suyo.
La joven condesa administró su castillo con una disciplina de hierro, y sus castigos eran brutales, por decir poco, cuando no era ella quien torturaba, sentada en su trono, observaba como lo hacían su sirvientas más cercanas.Prosiguió sus abusos y asesinatos durante años, especialmente luego de la muerte de su esposo, y de su amiga Darvulia. Esta última, aparentemente amante de Erzébet, participaba activamente en las torturas, e incluso enseñó a la condesa nuevas técnicas. Pero también cuidaba que las víctimas fueran siempre sirvientas y campesinas, a quienes en esa época un noble podía tratar como quiciese. Tras su muerte, Erzébet perdió toda precaución, y comenzó también a raptar y torturar a jóvenes nobles.
Sus actividades no podían seguir ignoradas, y, sumadas a razones políticas, llevaron a que fuera arrestada y llevada a juicio en 1611. Erzébet y sus sirvientas fueron encontradas culpables; dos de ellas fueron torturadas y quemadas, otra decapitada. La condesa escapó de la pena de muerte gracias a su estatus aristocrático, pero fué emparedada en su propia cámara de tortura, donde murió tres años más tarde.
Es imposible saber cuánto exactamente de verdad hay en las historias que circulan acerca de la "condesa sangrienta". Su historia se convirtió en leyenda aún en su propia época. A pesar de que no hay testigos, se cuenta que la condesa tomaba baños de sangre de muchachas para mantenerse joven, o que mordía y arrancaba la carne a las jóvenes mientras sus sirvientas las sujetaban. Aún si se trata de exageraciones, la ferocidad inusitada de sus atrocidades han despertado la curiosidad de muchos escritores y artistas.

[...] Un conocido filósofo incluye los gritos en la categoría del silencio. Gritos, jadeos, imprecaciones, forman una "sustancia silenciosa". La de este subsuelo es maléfica. Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.


Durante seis años la condesa asesinó impunemente. En el transcurso de esos años no habían cesado de correr los más tristes rumores a su respecto. Pero el nombre Báthory, no sólo ilustre sino activamente protegido por los Habsburgo, atemorizaba a los probables denunciadores.
Hacia 1610 el rey tenía más siniestros informes -acompañados de pruebas- acerca de la condesa. Después de largas vacilaciones decidió tomar severas medidas. Encargó al poderoso palatino Thurzó que indagara los luctuosos hechos de Csejthe y castigase a la culpable.
En compañía de sus hombres armados, Thurzó llegó al castillo sin anunciarse. En el subsuelo, desordenado por la sangrienta ceremonia de la noche anterior, encontró un bello cadáver mutilado y dos niñas en agonía. No es esto todo. Aspiró el olor a cadáver; miró los muros ensangrentados; vio "la Virgen de hierro", la jaula, los instrumentos de tortura, las vasijas con sangre reseca, las celdas -y en una de ellas a un grupo de muchachas que aguardaban su turno para morir y que le dijeron que después de muchos días de ayuno les habían servido una cierta carne asada que había pertenecido a los hermosos cuerpos de sus compañeras muertas...
La condesa, sin negar las acusaciones de Thurzó, declaró que todo aquello era su derecho de mujer noble y de alto rango. A lo que respondió el palatino: ...te condeno a prisión perpetua dentro de tu castillo.
Desde su corazón, Thurzó se diría que había que decapitar a la condesa, pero un castigo tan ejemplar hubiese podido suscitar la reprobación no solo respecto a los Báthory sino a los nobles en general. Mientras tanto, en el aposento de la condesa fue hallado un cuadernillo cubierto por su letra con los nombres y las señas particulares de sus víctimas que allí sumaban 610... En cuanto a los secuaces de Erzsébet, se los procesó, confesaron hechos increíbles, y murieron en la hoguera.
La prisión subía en torno suyo. Se muraron las puertas y las ventanas de su aposento. En una pared fue practicada una ínfima ventanilla por donde poder pasarle los alimentos. Y cuando todo estuvo terminado erigieron cuatro patíbulos en los ángulos del castillo para señalar que allí vivía una condenada a muerte.


Así vivió más de tres años, casi muerta de frío y de hambre. Nunca demostró arrepentimiento. Nunca comprendió por qué la condenaron. El 21 de agosto de 1614, un cronista de la época escribía: Murió al anochecer, abandonada de todos.
Ella no sintió miedo, no tembló nunca. Entonces, ninguna compasión ni emoción ni admiración por ella. Sólo un quedar en suspenso en el exceso del horror, una fascinación por un vestido blanco que se vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarramiento, por la evocación de un silencio constelado de gritos en donde todo es la imagen de una belleza inaceptable.
Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzo, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible.
(Alejandra Pizarnik fragmento de "La condesa sangrienta", 1971)




Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes de europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, mas tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy entre otros, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, Pizarnik murió de una sobredosis intencional de seconal.

Flagrante


(Del ant. part. act. de flagrar; lat. flagrans, -antis).
1. adj. Que flagra.
2. adj. Que se está ejecutando actualmente.
3. adj. De tal evidencia que no necesita pruebas. Contradicción flagrante.
en ~.
1. loc. adv. En el mismo momento de estarse cometiendo un delito, sin que el autor haya podido huir.
(La imagen fue la primera que aparece al googlear la palabra FLAGRANTE)

lunes, octubre 23, 2006

A story about dreams


Once upon a time there was a little girl named Mae. Her days were full of joy and fun,supported by her loving family.
Her only and most willingness dream was to fly. She wanted it so badly that one day a tiny little fairy came into her bedroom to make her wish come true. The little girl saw a small light around her face, and woke up. At first, she stared at this incredible creature, and thought she was in the middle of a beautiful dream! But, as she touched her, she realised that it was not a dream! It was real.
Mae felt a lot of things at that very moment: were her illusions about to be concerted? She begun to ask the little fairy what was she doing there, and what her purpose was. Did the fairy answer to the little girl’s questions? Indeed she did! But she answered them in the most amazing way: with tears of joy, she began to fly all over the place, carrying Mae in her arms…they floated away with the breeze as their companion, and the fairy’s enchanted gorgeous wings were fully opened to her. They laughed together, all the way through the sky…and Mae was feeling such happiness, that she did not realise that she was far away from home. So far away...and she never came back.
Later that night, her parents founded her little body lying on her bed. They felt sad and happy for their daughter because although it was a very difficult moment, her painful illness was finally over. And she had the most beautiful and peaceful smile on her lips, like the smile of someone who has made its dreams come true.

sábado, octubre 14, 2006

Oxford tour

Alguna vez supe recorrer y beber en el pub donde Tolkien escribió El Señor de los Anillos, mientras degustaba una pinta de cerveza inglesa junto a su amigo Lewis Carroll, quien escribía por entonces otra obra magistral: Alicia en el país de las Maravillas. También pude conocer los interiores del colegio que sirvió de escenario para el grandioso Hogwarts de Harry Potter o escuchar una banda local prometedora, tanto como prometiera alguna vez Radiohead, en el mismo escenario. Aquí, una muestra arbitraria de un paseante que, al igual que yo, caminó por las callecitas de Oxford y se enamoró de la arquitectura de los Colleges de la prestigiosa Universidad, algún día de algún año.

viernes, septiembre 29, 2006

Reconstruyendo la mila



Es una verdad culinaria conocida por todos que la milanesa es una de las comidas de más sencilla preparación. Pues bien, no para todas las personas. Todo un hallazgo: ayer por la tarde encontré en mi mente pensamientos que giraban en torno a la cocina; recordé olores y momentos de mi infancia que me contaban historias de milanesas y cebollita de verdeo. Como algunos sucesos insospechados que acontecen en mi vida, me vi envuelta en deseos irrefrenables de concretar un –siempre- malogrado objetivo: preparar milanesas (con puré de papas).
Había en el aire una sensación de gourmet. Un compañero de trabajo me dio el empujón final: “es fácil”. Con esas palabras de aliento me sentí segura como para emprender la odisea. Camino a casa elaboré una lista de potenciales ingredientes para milanesas. Anoté: pan rallado, huevo, sal, perejil y cebolla de verdeo (curiosamente, este último componente que me resultaba tan familiar, fue victima de varias caras de asombro cuando comenté que le había puesto esta tipo de cebolla; para mí, era seguro que iba). La carne, elemental. Nunca sé cuál corte de carne va con qué comida, y vuelvo locos a los carniceros con mi actitud indecisa frente a los escaparates. Pero esta vez se salvó el viejito de la vuelta, porque ya tenía lista en el freezer, gracias a la generosidad de mi papá que hizo las “compras del mes” en su paso por la city. Entonces, envalentonada a más no poder, cuando llegué a casa retiré la carne para descongelarla. Eran las 7 y media de la tarde y mi alma se debatía entre mi nuevo llamado divino por la cocina y el inminente veredicto en el juicio a Etchecolatz. TN obtuvo unos minutos de mi tiempo pero mi Pepe Grillo interno me repetía: “no hagas lo de siempre. Terminá algo de una vez por todas”. En Mitre escuché que según un estudio de una universidad de no sé donde, de cada 25 personas, 1 escucha voces y eso afecta positivamente en sus vidas. En fin, me dirigí al supermercado oriental de turno y me hice de las cosas mencionadas. Agregué a último momento una manteca para el puré. Y un bocadito Cabsha.
Ya de regreso en mi laboratorio gastronómico, me di cuenta que el libro que pensaba consultar no traía recetas para milanesas. ¿Por qué se llama “Recetas básicas” entonces? Decepcionada, pensé en escribir una queja a la editorial pero rápidamente noté que se trataba de una edición más bien antigua y eso me aclaró el panorama. Me daba mucha vergüenza preguntar cómo preparar una milanesa por el msn a mis contactos. Aquí llegué a otra encrucijada: seguir sola o esperar a mi hermana. Etchecolatz sentenciado a perpetua. Algo debe indicar. Tomé una decisión, algo extraño en mí por estos días, y opté por arriesgarme y ganar. O al menos eso había escuchado. En plena preparación, no sabía si poner 1, 2 o 3 huevos. Opté por 2. Piqué perejil (tampoco sabía si iban solo las simpáticas hojitas o también el cabito) y cebolla de verdeo (mismo problema existencial: ¿qué parte va?) y lo uní al huevo. Salpimenté y metí la carne en el bowl. Me parecía recordar que existía un adminículo para golpetear la carne y ablandarla, pero no lo encontré ni siquiera en mis pensamientos. Luego lo que ya deben saber: prendí el horno, esperé un rato mientras se calentaba y me dediqué al pan rallado y eso. Estuve mucho tiempo intentando una uniformidad en mi preparado, porque cuando llegó mi hermana estaban dando Montecristo y siempre es tarde. Pero el cansancio no iba a opacar mi alegría al momento de servir el producto de mi incursión en el universo de las comidas: feliz, me senté a degustar " mis hijitas", como las llamé, e instantáneamente me sentí mal con la calificación, con lo cual me desplacé mentalmente hacia nuevos y oscuros rumbos, solo olvidados por el aroma a milanesa. La sentencia final la dio mi hermana: estaban buenísimas. Me faltó un huevo más a su criterio y un poco de sal, pero lo mismo me felicitó. Mi cara lo decía todo: me habían puesto 10 en un área hasta entonces inexplorada por mí. Brindis de campeones a mi salud. End of story. Ah…sí, me olvidaba: el puré lo preparó ella.

domingo, agosto 06, 2006

La pálida

“Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.”
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.

viernes, agosto 04, 2006

Misión: Ferrer

Misión: Ferrer

El taxista me pidió veinte centavos porque no tenía para darme vuelto. Cuando abro la billetera, con la premura de bajarme ya del auto, se me caen las monedas, todas las monedas, como un mal augurio de los eventos por venir.
Luego de entregar el parcial –seguro-que-lo-desapruebo- de teorías del fucking estado, me dirijo sin ganas hasta el subte línea B (la roja, según mi escala de recuerdos), puteando porque me acuerdo que tuve que pagar casi diez pesos por la impresión del examen en el único locutorio que encontré abierto en mi barrio, sí, aquel locutorio al cual yo había jurado no volver a poner mis pies ever again, el del viejo de mierda que me echó una vez. ¿Por qué tanta plata? Porque, según él, yo “oprimí varias veces la tecla imprimir” con lo cual, me quedé con dos copias y media de mi parcial. ¡Qué placer!
Continúo mi camino hasta la sede de Ramos Mejía. Sí, porque encima de todas las desavenencias, la materia se cursa en la sede de Tucumán. Cuando llego, me fijo en la ventanilla esa de planta baja que siempre te atienden re mala onda y que no sé qué corno es....me doy cuenta que tengo las aulas colgadas en un gran papel al costado de las ventanilla, así que sonrío como si nunca hubiera asomado mi metida nariz, y leo solita sola. Corroboro mis sospechas: los teóricos se siguen dictando en las aulas del cuarto. Subo por ascensor porque las botas que tengo puestas, las cuales me dijo el podólogo que no use más, me provocan un cierto malestar en mi dedo herido y no tengo ganas de subir escaleras. Me siento afuera del aula, en un banco de esos rotosos que siempre están abandonados por los pasillos; me recuerdan a los perritos callejeros, porque siempre están por ahí. Espero una hora (luego de comprar un apunte que intento leer), hasta que reconozco una cara: es mi profesor de Seminario de Diseño Gráfico y Publicitario, sí señores, es Gustavo Varela! Helo aquí, mi nuevo profesor preferido. Me le animo y le suelto conversación; él acepta gustoso. Entre otras cosas, charlamos sobre los resultados de los parciales que nunca nos entregó, y me confirma que mañana nos dará las notas. Me pregunta mi apellido, comisión en la que curso, etc para ver si se acordaba de mi nota. Cuando le respondo, él pone una cara rara y me dice que no me quiere desanimar, pero que le parece que estoy dentro de los que les fue maso. “No –pienso - no me desanimás, me super desanimás!”. El teórico ha finalizado.
Con los ánimos vapuleados y mucho calor provocado por mi bufanda de lana de llama, me interno en el sauna de la clase, mientras espero que los alumnos salgan a tomar aire antes de las dos horas que les quedan de teórico-práctico. Veo al chico de pelito lacio que tanto me gusta, que va a pasar al lado mío por la puerta. Me ignora, lisa y llanamente.
Diviso a Ferrer; está fumando un cigarrillo, mientras sonríe cuando ve a un viejo amigo (Varela). Lo observo y pienso qué flaco y desmejorado está; elaboro todo tipo de absurdas hipótesis sobre su persona, su vida, su estilo de alimentación y las neuróticas noches de escritura que lo deben dejar “hecho una piltrafa” como está. Espero un ratito nomás, total, ya había esperado tanto. Finalmente me acerco. Lo rodeo como un cazador a su presa; establecemos contacto visual y luego él me hace un gesto acompañado por su cabeza, como preguntándome qué quiero. “Tenés un minutito para hacerte un consulta?” suelto, tímida. “Sí, esperá un rato” me dice. Espero. Mientras escucho a Gustavo (Varela) que le cuenta que estuvo a punto de invitarlo al cine, a ver una película, pero que no estaba seguro de que se fuera “a copar”, entonces fue solo. “Y no sabés que genial la película, al final resultó una joyita, Casi hermanos se llama...”. Ferrer lo interrumpe para acercarse a mí y escucharme. Le planteo la situación y ahí me largó el rosario entero: qué cómo había esperado tanto tiempo para rendir, que era mi obligación como estudiante rendir a tiempo las materias y prever si se me va a vencer un final y que tengo que aceptar las consecuencias, bla bla bla. Atónita, pensando si es efectivamente Christian Ferrer, el anarquista, quien está diciéndome esas palabras, o si un espíritu académico que lo acaba de poseer y necesito discar el 0-800- EXORCISTA, lo miro y le explico que tuve que recursar Comunicación II, etc etc. Le hablo de la posibilidad de rendir la materia en julio, sin anotarme en el sistema y me vuelva a recontra re cagar a pedos. Lo peor de todo: Gustavo (Varela) estaba ahí! Me moría de vergüenza. Mal, muy mal, sentía que mis coordenadas espaciotemporales estaban cambiadas, no sé. En fin, que me sermoneó y me mandó a recursar. O a escribirle un mail a ver si me da otra respuesta, pero que “es tu obligación rendir en tiempo y además yo no te puedo guardar la nota”.
Eventos desafortunados, una tarde de verdades inaceptables. Mi conclusión: la voy a recursar con Gustavo (Varela). Y por ahí mañana voy a ver esa peli que tanto le gustó!

Exposición

El humo del cigarro dibujaba un espiral blanco contra la ventana. Miré el reloj de la pared contigua y me alarmé: se acercaba la hora. Ni un minuto más, ni un minuto menos; este asunto no podía esperar. Me lo habían encomendado personalmente. Me pregunté si mi amigo se habría retrasado… ¿era posible que algo le hubiera sucedido? Siempre se preocupa por ser puntual. Pasaron los minutos y nada ocurría. Podía escuchar los latidos de mi corazón, que iban más rápido que el conteo de mi reloj. Comencé a inquietarme, esta vez de manera evidente, acompañando mi nerviosismo con un movimiento incesante de mis pies contra el suelo. De repente, en medio de la angustiante espera, alcancé a divisar una luz que provenía de la ventana del edificio de enfrente, una luz titilante que simulaba algún tipo de señal. Avezado por la rutina, decidí encaminarme hacia esa seña que sospechaba un código entre pares. Conté los pisos y memoricé la ubicación del departamento. Afortunadamente para mí, eran pocas escaleras (el ascensor no era una buena opción cuando la situación parecía sospechosa). “Por esta vía se pasa desapercibido”, pensé.
Al llegar, esperé un tiempo prudencial junto a la puerta, oyendo los posibles indicios de alguna trampa. Cuando hubieron pasado algunos minutos más, y con el terreno de mis dudas despejado, me decidí a golpear suavemente. La puerta se abrió, revelando la asustada cara de mi colega que inmediatamente se llevó el índice a la boca y me dijo “rápido, me siguieron hasta acá”. Sumido en una paranoia interminable, me dediqué a escucharlo mientras me relataba los hechos: “fue todo tan rápido…no tuve tiempo de avisarte. Me llevaron hasta un rincón y me obligaron a revelarles información. No sé cómo aguanté, me tenían amenazado”, explicaba impaciente. “les di una pista falsa, de un hotel alojamiento donde también exponen artistas, y se lo tragaron confiados. Supongo que en este momento dos de “los tipos” que me tenían por los brazos deben estar ahí. Los otros dos que miraban desde lejos me siguieron hasta aquí. Por eso entré a este departamento que ya había usado en otra oportunidad. No quería guiarlos hasta vos”. “Hiciste bien”, asentí, “pero hay algo que necesito saber… ¿qué pasó con la obra?”. Transpirando, con los nervios destrozados, esperaba conocer el destino final de aquél cuadro que debía estar en mis manos para esa hora. Me explicó que había logrado escabullirse en la muestra, haciéndose pasar por un organizador de la misma, y había removido la pieza de la sala, al mismo tiempo que colocaba en la entrada una cinta de clausura, con faja roja y blanca incluida. Luego, se había llevado el cuadro con él, a un lugar seguro. Un rato más tarde, “los tipos” lo habían agarrado. “Buen trabajo”, le dije. “ahora queda esperar que las autoridades den explicaciones por la censura de la obra. El objetivo está cumplido”. Más tranquilo, le expliqué cómo saldríamos de ese sitio sin ser vistos. Mientras bajamos por las escaleras de emergencia, me animé a preguntarle: “¿cuál es el lugar del escondite? Debe ser muy bueno para que "los tipos” no lo encuentren”. “Efectivamente – me aseguró- el escondite es soberbio, improvisado pero eficaz. Ya te lo revelaré a su debido tiempo. Por ahora, el secreto está a salvo. El mensaje jamás será revelado”.

martes, julio 04, 2006

viernes, mayo 26, 2006

Un Comunicador Social ...

Un Comunicador Social no está entre una cosa u otra, ESTA EN UNA
DICOTOMÍA.
Un Comunicador Social no mira televisión, CONSUME INDUSTRIA CULTURAL.
Un Comunicador Social no decide algo por descarte, DECIDE POR
DESCARTES.
Un Comunicador Social no tiene amigos con plata, TIENE AMIGOS
BURGUESES.
Un Comunicador Social no está en silencio, MANTIENE EL SONIDO EN 0 DB.
Un Comunicador Social no habla, EMITE UN MENSAJE.
Un Comunicador Social no escucha, DECODIFICA.
Un Comunicador Social no lee, INTERPRETA UN DISCURSO.
Un Comunicador Social no piensa, MOVILIZA LA CONCIENCIA.
Un Comunicador Social no lee textos, DISCUTE CON AUTORES.
Un Comunicador Social no conversa, INTERACTUA.
Un Comunicador Social no trabaja en una radio, TRABAJA EN UN AIRE.
Un Comunicador Social no pregunta algo, CUESTIONA UNA CUESTION.
Un Comunicador Social no compra cosas, ALIMENTA EL CAPITALISMO.
Un Comunicador Social no dice una cosa y después lo contrario, HABLA EN
TERMINOS DIALECTICOS.
Un Comunicador Social no se pregunta por el presente, SINO POR LAS
CONDICIONES REALES DE EXISTENCIA.
Un Comunicador Social no " chapa", TRANSGREDE LAS FRONTERAS CORPORALES.
En conclusión, un Comunicador Social es: mate, pucho, porrón y
revolución.
(No somos diferentes, solo usamos un léxico contra-hegemónico)
Pd:
Si te sentás a hablar con tus amigos (contadores y abogados) y nadie te
entiende,
Si tu viejo pone a Hadad o a Chiche y te levantás y te vas,
Si cuando alguien te dice "demanda" y vos al toque se te ocurre la
palabra
"solvente",
Si tenés tres diarios distintos en la mesa y agarrás Pagina /12,
No hay duda, manifestá eso que llevás latente: sos estudiante de
Comunicación Social

La carta de La Maga a Rocamadour

Bebé Rocamadour, bebé, mon bebé. Rocamadour :

Rocamadour, ya sé que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los pies. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabes leer. Si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que te portes bien o que te abrigues. Parece increíble que alguna vez, Rocamadour. Ahora solamente te escribo en el espejo, de vez en cuando tengo que secarme el dedo porque se moja de lágrimas. ¿Por qué, Rocamadour? No estoy triste, tu mamá es una pavota, se me fue al fuego el borsch que había hecho para Horacio; vos sabés quién es Horacio, Rocamadour, el señor que el domingo te llevó el conejito de terciopelo y que se aburría mucho porque vos y yo nos estábamos diciendo tantas cosas y él quería volver a París; entonces te pusiste a llorar y él te mostró como el conejito movía las orejas; en ese momento estaba hermoso, quiero decir Horacio, algún día comprenderás, Rocamadour.Rocamadour, es idiota llorar así porque el borsch se ha ido al fuego. La pieza está llena de remolacha, Rocamadour, te divertirías si vieras los pedazos de remolacha y la crema, todo tirado por el suelo. Menos mal que cuando venga Horacio ya habré limpiado, pero primero tenía que escribirte, llorar así es tonto, las cacerolas se ponen blandas, se ven como halos en los vidrios de la ventana, y ya no se oye cantar a la chica del piso de arriba que canta todo el día Les amants du Havre. Cuando estemos juntos te lo contaré, verás. Puisque la terre est ronde, mon amour t'en fais pas, mon amour, t'en fais pas...Horacio la silba de noche cuando escribe o dibuja. A ti te gustaría, Rocamadour. A vos te gustaría, Horacio se pone furioso porque me gusta hablar de tú como Perico, pero en el Uruguay es distinto. Perico es el señor que no te llevó nada el otro día pero que hablaba tanto de los niños y la alimentación. Sabe muchas cosas, un día le tendrás mucho respeto, Rocamadour, y serás un tonto si le tienes respeto. Si le tenés, si le tenés respeto, Rocamadour.Rocamadour, madame Irène no está contenta de que seas tan lindo, tan alegre, tan llorón y gritón y meón. Ella dice que todo está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Rocamadour, si en tus ojitos pudiera leer lo que te ha pasado en esos quince días, momento por momento. Me parece que voy a buscar otra nourrice aunque Horacio se ponga furioso y diga, pero a ti no te interesa lo que él dice de mí. Otra nourrice que hable menos, no importa si dice que eres malo o que lloras de noche o que no quieres comer, no importa si cuando me lo dice yo siento que no es maligna, que me está diciendo algo que no puede dañarte. Todo es tan raro, Rocamadour, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame Irène no te llama nunca por tu nombre, dice l'enfant, fíjate, ni siquiera dice le gosse, dice l'enfant, es como si se pusiera guantes de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno y tan bonito.Hay una cosa que se llama tiempo, Rocamadour, es como un bicho que anda y anda. No te puedo explicar porque eres tan chico, pero quiero decir que Horacio llegará en seguida. ¿ Le dejo leer mi carta para que él también te diga alguna cosa ? No, yo tampoco querría que nadie leyera una carta que es solamente para mí. Un gran secreto entre los dos, Rocamadour. Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender las cosas, necesito tanto tiempo para entender un poco eso que Horacio y los otros entienden en seguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender a ti y a mí, no entienden que yo no puedo tenerte conmigo, darte de comer y cambiarte los pañales, hacerte dormir o jugar, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto me importa solamente sé que no te puedo tener conmigo, que es malo para los dos, que tengo que estar sola con Horacio, vivir con Horacio, quién sabe hasta cuándo ayudándolo a buscar lo que él busca y que también buscarás, Rocamadour, porque serás un hombre y también buscarás como un gran tonto.
Es así, Rocamadour: En París somos como hongos crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumbran, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con que Horacio fabrica esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en lo que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a sueño pesado, debajo hay pelusas y libros, Horacio se duerme y el libro va a parar abajo de la cama, hay peleas terribles porque los libros no aparecen y Horacio cree que se los ha robado Ossip, hasta que un día aparecen y nos reímos, y casi no hay sitio para poner nada, ni siquiera otro par de zapatos, Rocamadour, para poner una palangana en el suelo hay que sacar el tocadiscos, pero donde ponerlo si la mesa está llena de libros. Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque sé que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivir combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a ti no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en el campo, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour, porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a ti de un lado, el domingo del otro, el amor de la madre, el juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer. No me da la gana de ir, Rocamadour, y tú sabes que está bien y no estás triste. Horacio tiene razón, no me importa nada de ti a veces, y creo que eso me lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pena que yo fuera como soy. Pero lloro lo mismo, Rocamadour, me equivoco, porque a lo mejor soy mala o estoy enferma o un poco idiota, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos, tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco, y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete...
Julio Cortazar, Rayuela.

jueves, mayo 11, 2006

Miniturismo: Colón


(Publicado en Revista Planetario, la guía  de los chicos)



Verde que te quiero verde

Islas con playas de arenas blancas y aguas cristalinas. Un terreno con ondulaciones suaves que propician largas caminatas a orillas del Río Uruguay, contemplando la belleza que regala su paisaje. Centro turístico del litoral entrerriano por excelencia, con los deportes náuticos y actividades de pesca a la cabeza, Colón es una alternativa muy atractiva para un descanso familiar a pura diversión.


Kayak, remo, windsurf, esquí acuático, paseos en velero por el río y por las islas; acampar en el Parque Nacional El Palmar, a viva naturaleza, realizando avistajes de aves multicolores y los más exóticos animales; safaris cargados de adrenalina en 4 x 4 a todo terreno. Todas estas actividades son las que se pueden hacer en Colón, la capital turística de Entre Ríos. Ubicada a 320 km. de Buenos Aires, y luego de cruzar el puente Zárate - Brazo Largo, se llega a esta ciudad que mantiene su estatus de destino turístico desde su fundación, allá lejos y hace tiempo, cuando el mismísimo Gral. Justo J. De Urquiza le diera origen mientras declaraba que ubicaba a la villa "en el más bello recinto de las hermosas riberas del Uruguay".
Colón es una ciudad muy tranquila que conserva aún el ritmo de pueblo, lo cual resulta en elemento ideal para los turistas en busca de un buen descanso. Está unida a la ciudad uruguaya de Paysandú a través de un puente internacional, lo que la convierte en un “lugar de paso obligado” para recibir visitantes. Su cercanía al Parque Nacional El Palmar contribuye a que este tránsito turístico se acentúe, ya que es una de los reservas naturales más importantes del país.
Para empezar el recorrido por estos bellos parajes es recomendable hacer un paseíto por las playas de arenas blancas que bordean el Río Uruguay. Los amantes del sol, el agua y el verde a flor de piel, agradecidos! Eso sí: es importante no olvidar el protector solar y los sombreros. Para acompañar el tiempo en la costa, se puede alquilar un velero y navegar las apacibles aguas del río, mientras se disfruta del aire puro y la vista de las islas San Francisco y Hornos. La máquina de fotos y los binoculares no pueden faltar! Un atardecer en el río es algo imperdible, los colores pasteles que ofrece el cielo entrerriano son siempre bien ponderados.
Siguiendo la estela del río, si el viento está a favor, se puede practicar windsurf; nadar un poquito, hacer remo, o para los más aventureros, unos tropezones y caídas con el esquí acuático nunca vienen nada mal! Los kayak son un paisaje constante en las aguas colonenses, ya que es un deporte muy practicado. Se pueden alquilar en los balnearios y divertirse un buen rato junto a toda la familia.
Una actividad que goza de gran prestigio es la pesca, que también ofrece la posibilidad de alquilar lanchas y guías para surcar las aguas del río en busca de peces.
Otra opción para compartir con los chicos es realizar un safari terrestre en camionetas 4 x 4, preparadas para todo terreno, accediendo a lugares peculiares como La Calera, el Cerro Los Chivos o Pueblo Liebig. Este último fue un frigorífico de estilo inglés de principios de siglo XX y actualmente funciona como centro de ventas de artesanías, tiene una casa de té y se practica la pesca, entre otros atractivos.
Al norte de la ciudad se encuentra el Complejo Termal de Colón, un conocido centro de atracción turística debido a la difusión que las aguas termales tuvieron en los últimos años en el país. Este complejo cuenta con infraestructura preparada para albergar muchos visitantes, y una gran cantidad de piletas de aguas mesotermales con una temperatura que oscila entre los 36 grados, recomendadas en aplicaciones terapéuticas y excelentes para un buen relax.
Una de las principales atracciones es el Parque Nacional El Palmar que está a 43 km de la ciudad. Cuenta con 8500 hectáreas de palmeras Yatay, que se encuentran en conservación en dicho lugar (algunas de las cuales tienen más de 800 años) y posee arroyos de aguas claras, aves multicolores y, como no podía ser de otra manera, vegetación en abundancia. Es un lugar ideal para acampar y para avistar animales que no se ven todos los días, como ñandúes, mulitas, vizcachas, zorrinos, carpinchos, zorros, perdices, lagartos overos e infinidad de aves además de jabalíes y ciervos axis. El parque está surcado por los arroyos Ubacay, Los Loros, El Palmar y El Espino que desembocan en el río Uruguay. Un verdadero encuentro con la naturaleza!
Para aprovechar en familia: a 60 km de Colón, un paseo que además de encontrarse en un hermoso lugar tiene gran valor histórico es el recorrido por el Palacio San José. Fue la residencia de Urquiza en los últimos años de su vida, y ahora es un museo y monumento histórico nacional, con 38 habitaciones decoradas majestuosamente, tres patios con aljibes y la oportunidad de conocer cómo vivían en aquel entonces.
A la hora de comer y dormir, los colonenses cuentan con óptimos servicios de restaurantes, hoteles, bungalows, campings, los cuales conforman un amplia gama de ofertas. Para deleitarse con algún surubí a la pizza o algún otro pescado de río, lugares no faltan! Y para los amantes de la noche, el casino los espera!
En suma, la ciudad de Colón ofrece diversas y especiales alternativas para disfrutar, grandes y chicos, de muchas horas a pura diversión, un merecido descanso, buena comida y bellísimos paisajes litoraleños que invitan a regresar por más y más verde.

Ruinas del Viejo Molino
En el km 142 de la ruta 14, a una corta distancia de Colón, existe un paraje donde la historia y la naturaleza se dan la mano para ofrecer un hermoso y pacífico lugar. Se trata de las ruinas de un antiguo molino hidráulico, cuyos alrededores fueron adaptados como balneario y camping, ofreciendo todos los servicios necesarios. El predio se encuentra copado por frondosas arboledas que hacen las delicias de los visitantes, sobretodo aquellos que buscan una buena sombra para disfrutar los calurosos días. El refrescante arroyo Urquiza ofrece alquiler de hidropedales, una de las actividades preferidas por los más pequeños! Además cuenta con parrillas, fogones, etc. Son 20 hectáreas de parque y parcelas para campamentos y actividades afines y 40 de puro monte entrerriano, con bosques en galería, laberintos naturales, ideales para largas caminatas, safaris fotográficos y turismo aventura. Un lugar para disfrutar a pleno!

Para más info: Secretaría de Turismo de Colón. Tel.: 03447 - 421233 / 421996 http://www.colon.gov.ar/

Memoria

“Nosotros vivíamos en un país llamado Argentina querida, un país hermoso” dijo la Abuela Emilia mientras sonaba su colorada nariz con un pañuelo de seda. “eran tiempos muy felices aquellos: todos los hombres y mujeres y niños del mundo bailaban al ritmo alegre de música de fiesta….pero fue entonces cuando empezó a pasar que la gente se olvidó de…” ZASSS! De repente, un ruido de trueno sacudió el techo de la casita en donde estaban. Delfina saltó del susto y abrazó fuertemente a su abuela. “alguien manda señales de que no debemos hablar más de esto. Fueron épocas de felicidad que ya no van a volver, salvo que alguien se anime a cambiarlo todo. Vení nena, vamos adentro de tu casa o tu mamá se va a poner como loca cuando se de cuenta que estás sola conmigo”. Abuela y nieta salieron entonces por la estrecha puertecita de la casa de muñecas gigante que los papás de Delfina le habían construido tiempo atrás. Ella tenía 10 años ahora y se suponía que ya no debía entrar más a esa casita, su refugio de cuando era más chiquita, y mucho menos hacerlo con su abuelita! “menos mal que sos muy chiquita abu, sino no pasarías por la puerta”, dijo la niña riendo. “Y…es que ya empieza el momento del achicamiento” dijo la abuela, “vas a ver cómo en muy poco tiempo empiezo a ser cada vez más pequeña, tanto que algún día ya no vas a poder verme! Igual que le pasó a tu abuelo Rodolfo”. Delfina alzó su bella carita de pera y, mirando a su abuela con sus enormes ojos negros, le preguntó: ¿el abuelo sabía que eso le iba a pasar? Porque mamá no se cansa de decirme que el abuelito se fue al cielo de los abuelos, donde vive contento jugando a las bolas esas que le gustaban tanto”. “Ahhh, las bochas querés decir nena” respondió Emilia, “bueno, sí, es verdad que está contento, pero no fue así como pasó todo: él no se fue a ningún cielo, sino que hubo una época en que empezó a achicarse cada vez más, igual que lo hacemos todos los abuelos, hasta que ya nadie lo podía ver más…y un buen día desapareció! Nunca más lo volvimos a ver” dijo la abuela suspirando. Delfina no podía disimular su asombro: “¿vos querés decir que el abuelo se perdió? ¿Y por qué no lo buscamos de nuevo entonces? Yo lo extraño mucho, él me leía cuentos todas las noches y, sino sabía que leerme, se los inventaba! Y esos eran mis favoritos. Además fue el único que me llevaba a cocochito, y siempre me dejaba tocar el piano con él, aunque yo no supiera nada”. Emilia la miró tiernamente mientras le acomodaba el cabello detrás de sus orejas y le dijo: “hay una forma de volver a encontrarlo…pero tenés que prometerme que no se lo vas a decir a nadie, ni siquiera a tu mamá, porque ella lo quiere mucho a su papá, y nunca va a entender que él no está en el cielo, sino acá, con nosotros todos los días, solo que está perdido”. “Bueno Abu, decíme ya qué hago! Te prometo que no digo nada a nadie, te lo juro por…por vos!”, dijo Delfina. “Ah bueno, entonces te creo” dijo la abuela sonriendo. Mientras se acercaba al oído de la niña para susurrarle el secreto, un grito desde dentro de la casa las hizo saltar nuevamente del susto, para encontrarse con la mamá de Delfina que venía muy enojada preguntando dónde se habían metido toda la tarde, que habían estado muy preocupados ella y su papá por las dos, que vos mamá sos una inconsciente, con la tormenta que se viene, desaparecer así por tantas horas sabiendo que estás con una nena, etc. Parecía que ambas iban a estar en penitencia por largo tiempo.
Al día siguiente, y con los ánimos más calmados, abuela y nieta se escabulleron nuevamente hacia la parte trasera de la casa, donde la casita las esperaba con su pequeña puerta. Ambas pasaron sin problemas y se sentaron con las piernas cruzadas como indiecitos, mientras comían unas galletas que recién había horneado la mamá de Delfina. Otra vez la abuela Emilia comenzó su relato de cómo “los de antes eran tiempos mejores”; de cómo era posible reencontrarse con aquellos seres queridos que en verdad no se fueron al cielo, sino que eso es lo que nos dicen para que no pensemos que un día, sin querer, por ahí no los vemos y los pisamos. Le explicó a su nieta que tenía que concentrarse mucho, mucho, y tratar de ver como las palabras que ella le decía tenían vida propia. Delfina seguía muy atenta cada palabra que salía de la boca de su abuela, y le parecía formaban una cadena interminable de letras: vocales, consonantes, que una a, una z, una ñ, una o, una b larga, una v corta, y así hasta que aparecían todas. La anciana se alegró tanto de que su nietita tuviera el don de “ver” las palabras, que le confesó que si seguía practicando, en algún momento no muy lejano, iba a estar lista para volver a ver al abuelo como antes. Delfina no podía estar más feliz ¡iba a volver a estar con su abuelito del alma, iba a poder mostrarle a su mamá cómo la abuela tenía razón una vez más!
Varios días de práctica pasaron hasta que finalmente la abuela le dijo a su nieta que el momento había llegado: le tocaba el turno a Delfina de seguir sola. Le explicó cuál era el secreto mayor: ella debía empezar a recordar a su abuelito con “palabras que se vieran”, por ahí esas palabras que decía solo él, o las que ya no escuchaba desde que él se había ido. Luego, tendría que pasar esas palabras, y todas las que recordara sobre él, a un papel o un diario íntimo. Y, por último, tenía que empezar a usar esas mismas palabras, de a una por día, mientras hablaba con sus amigos en la escuela, o en su casa con sus papás, etc. De esa forma, el día que menos lo esperara, su abuelito iba a aparecer para darle ese abrazo que hace tanto esperaba. Y después de eso, la clave para verlo sería siempre el no olvidarlo nunca más y normarlo todo el tiempo.
Esa misma noche Delfina empezó a imaginarse las palabras en su cabeza, luego en su boca y más tarde, estas salieron como un hilo que no se podía cortar! Así continuó por muchos días, y cuando alguien le preguntaba qué estaba haciendo con un hilo de palabras colgando de su boca, ella simplemente contestaba: “estoy recordando palabras que decía mi abuelito, así lo traigo de vuelta a casa”. Muchos se rieron de ella, otros pensaron que estaba loca. La directora del colegio llamó a los papás para decirles lo que pasaba con su niña, pero ellos se negaron a aceptarlo, no le creían. Pero vieron que su hija no paraba de decir palabras: lindas, grandes, coloridas o largas, algunas raras y graciosas también; y si le preguntaban cuando iba a parar, ella solamente decía: “cuando aparezca el abuelo”. Delfina empezó a decirles a sus amigos que hicieran lo mismo con sus abuelos, o con quienes hacía mucho tiempo que no veían. Al cabo de unas semanas, una gran cantidad de chicos andaban repitiendo palabras de amor, de alegría, de esperanza. El clima era muy alegre, todos estaban diciendo cosas lindas y cariñosas, y esto se fue pasando de boca en boca, hasta que llegó a los diarios y las radios. Tal alcance tuvo que la gente empezó a usar estas palabras en todos lados; en la tele salían personas que en diferentes idiomas decían palabras de amistad, de fraternidad, palabras que abrazaban, que unían a todas las razas y a todos los pueblos del mundo.
Muchos de los abuelitos finalmente regresaron con sus familias a contarles cuentos a sus nietos; algunos a compartir un lindo rato con su familia; otros nunca volvieron.
Delfina aprendió que hay que desear con muchas fuerzas, con todo el corazón, para que un sueño se vuelva realidad. Y sobretodo, aprendió a tener la valentía de decir lo que sentía, sin que importe lo que los otros digan, porque, quien sabe, quizás algún día hasta nuestros abuelos aparezcan.
Mac.